Ese "lo intentaré mañana" de la entrada anterior se ha quedado en un deseo. Más bien tendría que haber contado con mi desgana y mis circunstanciales limitados medios y mejor decir "lo intentaré en unos días"...

Estoy ya en mi "espacio natural", esa habitación de mi casa que asignamos al ordenador, medio cuarto de estudio medio leonera y que me dispondré sin remedio a ordenar mañana... sentada delante de la pantalla, con el contínuo sonido del ventilador de la CPU, tan sólo superado por los gritos ocasionales de los críos que juegan al baloncesto en la comunidad vecina...

Estas vacaciones han sido para mí un verdadero período terapéutico. He conseguido descansar suficientemente y han sido felíces en general. Pero es irónico como lo que para unos son los mejores momentos del año, para otros pueden tornarse en una verdadera pesadilla y constituír lo peor, con diferencia, de toda una vida.
El 20 de Agosto nos sacudió a todos la noticia de un terrible accidente aéreo. Los medios se hacían eco de la tragedia nada más comenzar el telediario y a muchos españoles la comida del medio día se nos indigestó. Las víctimas pacerían ser muchas y todos teníamos en mente el dolor y la angustia de los familiares de los pasajeros de aquel avión.
Las informaciones de días posteriores fueron excesivas en detalles y datos innecesarios, que a mí, lo único me que aportaron, fué el convencimiento de que hay quienes se regocijan en el sufrimiento humano ajeno, o no empatizan con los afectados, o les dá igual, pues tanta reiteración en las imágenes, en las cifras de muertos, en el estado de los mismos...no tiene ningún valor periodístico, y sólo ahondan la daga en la herida...

Pero mi estado de mayor de conmoción lo había provocado unos días antes la muy triste noticia del fallecimiento del hijo de una amiga de la familia en un fortuíto accidente, ocurrido a éste mientras paseaba con sus padres y abuelo una tarde en su lugar de vacaciones.
Mientras me contaban lo sucedido imaginaba los hechos con perplejidad y a pesar de que sabes que es verdad, que ha ocurrido porque te lo están contando, una idea absurda de "no puede ser" se repetía una y otra vez en mi cabeza.
Un sentimiento de pena y tristeza casi constante me invadieron los días siguientes.
Pensaba mucho en la madre y en el abuelo, que casi pierde también la vida por intentar salvar la de su pequeño nieto, ese ángel que les había dado tanto en tan su escasa existencia...
Después de medio mes lo recuerdo sólo ocasionalmente, me viene a la mente por algún detalle o de repente, sin más, pero siento la misma pena.

Sólo espero que los desafortunados padres y en general toda su familia, que está sufriendo mucho, tengan la fortaleza suficiente para superar una pérdida tan grande, si es que ésto se puede llegar a superar. Conozco otro caso en el que la llegada de un nuevo hijo "me ha salvado la vida" ( palabras textuales de quien padeció una desgracia similar), devolviendo la alegría y la ilusión que se creen irrecuperables...

Esa desesperanza la debió sentir Eric Clapton cuando perdió a su pequeño de cuatro años en un terrible incidente. Después le dedicó esta preciosa canción que compuso para recordarle siempre, aunque eso lo hará de cualquier modo. A partir de ahora, cada vez que la escuche, me acordaré de tí, pequeño C., que juegas para siempre felíz, en ese lugar que dicen que existe... y que llaman cielo.




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