En este último día de la semana, con espléndido ejemplo de clima primaveral, he decidido pertenecer por unas horas a esa faunia tan variopinta de espécimenes urbanitas que salen de sus guaridas para poblar las partes verdes de la ciudad, y ejercer pues, la actividad propia de los que se denominan comúnmente "domingueros".

Ayer por la tarde preparé los ágapes típicos para la ocasión:
- Tortilla de patata, española patriótica ante todo...
- Filetes empanados, como los de mi madre de antaño...
- Salmorejo rico, con su huevo y jamoncito a parte, para los que quieran acompañamiento... esta última "especialidad" la incorporo yo al condumio dominguero por el método L´Oréal, porque me sale estupendo, verdaderamente aquí lo valgo...
Además voy con unos amigos que disfrutan y alagan enormemente mis dotes culinarias, y eso, después del esfuerzo y de horas de encierro en la cocina, es de agradecer. (Lo siento, María, pero las dos tortillas llevan cebolla, es que de otra manera no las concibo...)

Después del "día de campo", llega la noche en otro frente de batalla, más blanco y rojo (los colores que me sugiere el hospital), así pues espero volver sana y salva, a pesar de las riesgosas actividades que me deparan ( aparcar en zona próxima a "la acampada" sin pegarme con nadie, recordar la niñez y adolescencia practicando patinaje, sobrevivir al sopor postprandrial sin que me dé una insolación...).
Si no fuera así, el volver completa, sin haberme roto la crisma... a la supervisora de guardia la daría un tabardillo, y no quiero yo tener ese cargo sobre mi conciencia...

Si todo va bien y soy capaz de ello, quizá cuelgue algún ejemplo fotográfico de la integración de los vampiros en la vida humana...
Seguro que lo encontráis si no interesante, al menos divertido...

No obstante, espero no llegar a comportarme NUNCA como los que os muestro a continuación...