Días de reflexión espiritual para unos y/o de descanso corporal para otros, según se mire...
La Semana Santa es un período vacacional que en España se toman muchas personas.

Yo nunca elijo este puente por varios motivos:
- Hace siempre mal tiempo (aunque parece que este año no es tan malo)
- Todos los sitios de descanso suelen estar hasta los topes.
- La operación salida o retorno, por muy escalonada que sea, resulta insufrible.

Los tres factores los viví hace 6 años y juré, como Scarlatta O´Hara en mitad de las tierras devastadas, no volver a sufrirlo nunca más...




Así pues trabajo con gusto todos estos días...
También hoy lo he hecho, aunque haya tenido uno de esos turnos en los que no paras ni un momento desde que entras por la puerta del servicio hasta que te vas...
Es verdad que las actividades cotidianas se ralentizan.
El hospital se mueve bajo mínimos, en cuanto a personal, y determinados servicios sólo funcionan de urgencia.
Consecuentemente, parte de la sobrecarga laboral disminuye de manera lógica.
Esto también es extensible a mi servicio, que días como hoy acoge sólo las cirugías urgentes que precisan vigilancia intensiva posterior, y que afortunadamente (sobre todo para el que sufre la operación) no son todas las que se realizan.

Eso y los enfermos ingresados en las plantas o que entran por la puerta de Urgencias y que requieren ingreso en la UVI, por lo que aventurar que estos días serán tranquilos y que no va a haber casi trabajo, es presuponer demasiado...

Lo que si se intensifica de manera clara es el trabajo para los capellanes del hospital.
He visto el programa de actos religiosos previstos y puedo decir que el ritmo para ellos es casi frenético.

Una de las cosas que más me ha llamado la atención es la "celebración del Vía Crucis con los pacientes y sus familiares" del Viernes Santo.
No pretendo ser irrespetuosa, pero cuando he leído esto me ha venido a la mente de inmediato una imagen un tanto grotesca:
la de los enfermos por los pasillos, sustentando los pies de goteo con los sueros en una mano y la sonda vesical en la otra, en plena procesión penitente "auto flageladora", mientras recorren el trayecto de rodillas, detrás del señor cura y con sus familiares alentándoles a su lado...
Ha sido sólo un instante el paso de esta fugaz idea por mi mente, pero lo he comentado con una compañera, que sorprendentemente coincidía en el pensamiento conmigo.

Debe ser que las procesiones que he vivido de pequeña en el pueblo no me dejaron indiferente.
Recuerdo la sensación de tristeza inmensa que me inundaba cuando veía el paso de Cristo colgado de la cruz recorriendo las calles rodeado de multitudes llorosas y con profunda pena.
Pensaba en la enorme crueldad de los que decidieron hacer semejante salvajada, y mi mente inocente no lograba comprender todo aquello.



No es una estampa recomendable para nadie, pero menos aún para un niño pequeño.

Como el "vía crucis" particular de muchas personas lo vivo casi a diario en mi trabajo, el sufrimiento religioso de estos días me parece para ellos absolutamente innecesario... que con lo que tienen, creo que ya es más que suficiente...